Os voy a contar cómo nació la queimada gallega. Dice la leyenda que el corsario inglés Drake acosaba insistentemente la costa gallega. Como amedrentaba a sus gentes, se tomó la decisión de establecer un punto de vigía en las Islas Cíes, bella frontera natural entre el embravecido océano y la protectora Ría de Vigo. Los soldados allí apostados encenderían una hoguera luminosa en cuanto vieran aparecer por el horizonte las naves del pirata. Pero se dio el caso de que una de sus terribles incursiones coincidió con una lluvia intensa. El horror fue doble cuando los centinelas divisaron a lo lejos tamaña amenaza, y a su lado la leña empapada. La madera no prendía de ninguna de las maneras, pero el pánico les agudizó el ingenio y echaron mano de lo que allí había: unas barricas de aguardiente de la tierra. Les plantaron fuego y de aquel orujo salió una resplandeciente luminaria que alertó a los de la otra orilla de lo que se avecinaba. Rematada la operación militar, hubo quien se acercó a probar los restos, comprobando con gozo que era un delicioso licor. En seguida fareros de la costa gallega echaron mano de aguardiente ardiendo para orientar a los navegantes, consumiendo el resto que quedaba en los recipientes, sabiéndole a algo delicioso.